Desde la primera Cumbre de la Tierra celebrada por la ONU en 1971 el tema de las energías renovables ha ocupado un gran espacio en los principales sectores de la economía y la divulgación científica.
Cada vez más personas son conscientes de la necesidad de utilizar energías limpias para evitar el declive de nuestro planeta. Un ejemplo de ello es el Acuerdo de París (2016) que se trata de un tratado vinculante cuyo objetivo es que bajen los niveles de gases invernaderos emitidos a la atmósfera.
Así mismo, se han hecho un sinfín de estudios e informes para alertar a la población mundial. Sin embargo, el acelerado crecimiento de la industria hace parecer imposible dejar de utilizar combustibles fósiles y carbono, lo cual indica que algo no está funcionando.
Sí, en países como Costa Rica ya se mantiene vigente una “agenda verde” pero esto también está arrojando resultados no necesariamente alentadores: Su principal forma de crear energía limpia es a través de presas hidroeléctricas que se han vuelto un tema de cuidado luego de que varios medios empezaran a notar un crecimiento acelerado en la creación de dichas represas.(Alberto, 2020)
Pero todavía hay muchas cosas que aprender de Costa Rica, que desde hace varios años se ha vuelto un ejemplo a seguir en temas de energías renovables. Esto es que, debido a los problemas colaterales que estaban surgiendo ante sus iniciativas ambientales, se propuso una reunión entre quienes estaban al frente de la creación de las represas y quienes se han visto afectados y luchan por un verdadero cambio ambiental, lo cual se tradujo en un precedente para tomar en cuenta a los grupos más vulnerables del país. (Alberto, 2020)
Las represas no son la única forma de energías renovables. También encontramos otras como el uso y aprovechamiento de la energía solar, la eólica (Núñez et al., 2018) y una que se ha vuelto imprescindible ha sido la creación de energía eléctrica y combustible a través de los Residuos Sólidos (RS) conocido como biogás.
Este combustible y fuente de energía eléctrica “verde” es cada vez más utilizado por las empresas pues para crearlo destruye uno de los mayores problemas alrededor del mundo: el exceso de basura.
¿Pero cómo soluciona esto el problema de la basura? la respuesta es simple: para crear el biogás es necesario que éste atraviese un proceso específico. Los residuos sólidos que no pueden ser reciclados son tratados de forma que todos los elementos tóxicos no llegan a la atmósfera, evitando así que se generan más gases de efecto invernadero, que haya problemas de vida nociva que se junta en los basureros al aire libre y, además evita que la tierra y el agua se vean afectada por la infiltración de residuos y sus componentes a los mantos acuíferos.
Este tipo de proceso es tan bondadoso, pues no solo ayuda a reducir la basura, también se generan residuos buenos que pueden ser aprovechados en la agronomía como el lixiviado. No es de extrañarse que cada vez más ciudades de nuestro país lo están duplicando. Un ejemplo de ello son las plantas generadoras de biogás y otros residuos en Monterrey, Puebla, Yucatán, entre otros.
La agenda de los países está cambiando hacia un desarrollo sustentable. Esta iniciativa ha llevado a que se creen espacios especializados como el Centro de Soluciones para la Energía Limpia (ECPA por sus siglas en inglés) donde se brinda apoyo y capacitaciones continuas para poder ayudar a que más países alrededor del mundo puedan cambiar sus formas de crear, consumir energía y que lleguen a soluciones innovadoras para evitar regresar a la peligrosa era del Plioceno (Acuerdo de París, Senado, 2017), cosa que sucederá si la temperatura de nuestro planeta sigue en aumento.